lunes, mayo 25

Vocación


Siempre que íbamos al cine, mi imaginación me hacia querer ser como algunos de los fantásticos protagonistas y vivir grandes aventuras como aquellos grandes héroes de las películas. Alguna vez quise ser cazador de dinosaurios y correr por los prados matando a esos enormes monstruos de afilados dientes y enormes garras. También quise ser guerrero intergaláctico, y con mi espada de luz acabar con las fuerzas del mal. Aluna vez quise ser agente secreto, realizar misiones en territorio enemigo, tener enormes autos, lápices bomba y gafas que fueran mapas. Recuerdo que soñé con ser astronauta destruye meteoritos y salvar a la humanidad.

Pero hace tiempo, años en verdad, que ya no voy al cine. La última vez, vi una película acerca de una guerrilla, una estrella incandescente bajada del cielo y puesta en una gorra, un asma sofocante que empeoraba con el calor de la selva, sueños mágicos expresados en palabras que hacían saltar el alma, y una ternura inquebrantable. Desde entonces, quiero ser guerrillero, mi mama está preocupada, pero yo quiero ser guerrillero…

Visita Ocasional

Me sentía extraño, el color amarillo de la línea dos del metro me hacía sentir extranjero. Iba a ver a mi padre luego de dos largos años. Se podría decir que soy un mal hijo, y no lo desmiento. Me hubiera gustado llevar carne para tirar a la parrilla y comerla junto con un buen vino tinto como antaño, pero mi padre ya no podía comer ni tomar. Camine nervioso hacia su encuentro. Lo salude a lo lejos, parecía esperarme como siempre. Le conté como todo andaba igual, que yo seguía estudiando, que todos estaban bien y lo echaban de menos. El país seguía como siempre, y yo ingenuamente, todavía conservaba nuestro viejo anhelo de cambiarlo aunque mi esperanza se desvanecía con el paso de los días. Comencé a llorar, le dije cuanto lo extrañaba, cuanta falta me hacía, cuan frustrado estaba, todo era una mierda. Luego de un silencio comencé a reír, las mismas bromas de siempre, con las que tanta veces nos reímos. Mire el reloj, era tarde y me tenía que ir. Prometí volver pronto, sabiendo que ese pronto serian por lo menos seis meses. Antes de irme le deje unas flores, toque la fría lapida donde aquellas letras se juntaba para formar el nombre de mi viejo, mi querido viejo.

Metafóricamente hablando...


Metafóricamente hablando, esto es como en esas extrañas muestras de arte, donde el público entra a una habitación movido por la incertidumbre, y de pronto, sin previo aviso, es encerrado a solas con un pedazo de mierda, sin poder escapar. Solo les queda oler, dejar que la esencia de la caca les penetre hasta lo más profundo. Así como ahora, donde tu (lector desconocido), estas aquí, encerrado por un momento con mi mierda, que empieza a calarse por tus huesos, que empieza a convertirse en huésped de tus viseras, en visitante pasajero de tu alma. Y esto no es casual, porque si puse mi mierda aquí, es porque tanta caca junta huele demasiado mal, es necesario sacarla. Y aunque tú crees que eres libre, que accedes aquí de manera voluntaria, en el fondo eres igual que aquel que entro ingenuamente al cuarto, guiado por lo curiosidad de descubrir lo nuevo, y de pronto no puedes salir, porque quieras o no, ya eres parte de mi mierda, de mi. Solo bastaría olerte para comprobarlo.


Y todo esto, todas estas letras, en el fondo dicen mierda, son mierda. La estética busca aromatizar, la autocomplacencia pretende conmover, el sarcasmo intenta causar simpatía, pero al final, aunque la mierda se vista de poema, o de cuento, o de lo que sea, mierda queda.