lunes, mayo 25

Visita Ocasional

Me sentía extraño, el color amarillo de la línea dos del metro me hacía sentir extranjero. Iba a ver a mi padre luego de dos largos años. Se podría decir que soy un mal hijo, y no lo desmiento. Me hubiera gustado llevar carne para tirar a la parrilla y comerla junto con un buen vino tinto como antaño, pero mi padre ya no podía comer ni tomar. Camine nervioso hacia su encuentro. Lo salude a lo lejos, parecía esperarme como siempre. Le conté como todo andaba igual, que yo seguía estudiando, que todos estaban bien y lo echaban de menos. El país seguía como siempre, y yo ingenuamente, todavía conservaba nuestro viejo anhelo de cambiarlo aunque mi esperanza se desvanecía con el paso de los días. Comencé a llorar, le dije cuanto lo extrañaba, cuanta falta me hacía, cuan frustrado estaba, todo era una mierda. Luego de un silencio comencé a reír, las mismas bromas de siempre, con las que tanta veces nos reímos. Mire el reloj, era tarde y me tenía que ir. Prometí volver pronto, sabiendo que ese pronto serian por lo menos seis meses. Antes de irme le deje unas flores, toque la fría lapida donde aquellas letras se juntaba para formar el nombre de mi viejo, mi querido viejo.

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