viernes, agosto 15

Camila


Mi estupidez me llevo a pensar que aquel viaje seria como ir a un basurero. Y se los dije a mis compañeros, prepárense son feos e impactantes. Sin embargo encontré en lo que yo pensaba era feo y triste lo más tierno del último tiempo de mi vida. Y descubrí que no era un basurero, sino un jardín, el más hermoso jardín. Y allí habitaba aquella mariposa, de vuelvo dulce. Y la basura era yo.
Su pelo era como trigo en primavera, brillante, hermoso. Sus ojos eran profundos, eran como lagos de ternura con un brillo singular, que me transportaba a las profundidades del universo, del alma. Su nariz, fina como la punta de una cordillera, suave como el algodón igual que su cara. Su sonrisa iluminaba todo, cada rincón del lugar, cada oscuridad de mi alma. Su perfume despertaba mis sentidos, y me hacia sonreír inexplicablemente. Sus palabras eran melodía dulce, abrazadora, alucinante.
Yo sentía que me asfixiaba, y ella con serios problemas pulmonares no solo respiraba el aire, sino que parecía purificarlo, enternecerlo. Yo me sentía solo, ella sin familia, abandonada, entregaba y recibía amor en cantidades industriales, infinitas. Yo me sentía infeliz teniendo mucho, ella con poco hacia de la vida una sonrisa constante. Me gustaría volar por los aires de la vida así, como ella.

De mis largas tertulias con las flores



Parecía una mañana normal pero no. Ellas estaban ahí. Extrañas, anónimas, pero mi miraban a mí, me buscaban. Flores que parecían brotar de mi imaginación, pero las podía tocar, oler, sentir. El primer acercamiento fui tímido, luego se torno cariñoso, y luego conversamos de la vida como íntimos. Me dijeron que me buscaban hace tiempo, que las había ignorado. Me invitaron a seguir al sol como ellas, que así todo era mejor dijeron. Me invitaron a sonreír como ellas, para hacer el camino más feliz.

Estoy evaluando se invitación, señoras flores.

Pararse

Que lo que no te mata te hace más fuerte. Que al pararse de las caídas se aprende, y blabla. Cursilería barata, pero efectiva para la mayoría de las situaciones. Sin embargo nadie parece haber notado lo peculiar de pararse. El tiempo en que se deja el suelo y se vuelve a estar erguido. Allí las cosas se ven de otra manera. Quizás existe una conexión con la tierra. Los sonidos se hacen más notorios, la gotera infinita que cae de la llave hasta el lavadero y luego sigue su enigmático viaje por la tubería. El silbar de los pájaros, que intenta sobreponerse al rugir de los autos para indicarnos que aun están allí, que permanecen. Los olores, el perfume que queda por tiempo en la ropa como queriendo dormir allí por siempre, el olor a las sabanas nuevas, recién puestas. Los sabores, el amargo sabor que deja la pipa luego de fumar tabaco, la fortaleza del primer mate. Las visiones, la mirada perdida de la abuelita que camina solitaria a comprar el pan, y que al rato vuelve a pasar con la misma mirada, el perro que pese a su pelaje mojado, frio, mantiene ese brillo caluroso en los ojos, el pajarillo solitario que se posa sin miedo sobre el cableado eléctrico, y se mese intentando mantener el equilibrio, como una danza mistica.

Todo el mundo parece retumbar en la persona, sensibilidad incontrolable pero hermosa.

Porque, para qué y para quién


Por mí, que egoísta.
Por ti, que ingenuo
Por mis amigos, que poco importante.
Por Dios, que fanático.
Por la humanidad, que mártir.
Porque así tiene que ser, que tonto.
Por mi familia, que típico.
Por nada, que desperdicio

Quisiera ser más ignorante, quizás así todo sería más fácil, la vida sería más simple. Pero ya no es posible volver atrás, imposible romper el compromiso contraído con la vida. Solo queda seguir y asumir.

jueves, agosto 7

Risas

Cuentas veces me reí con ustedes. Tomando una cerveza, fumando, cantando, llorando, bailando, conversando, gritando. Qué bueno que era reír, porque son como salpicones de felicidad, son momentos, cosas intrascendentes pero que por algunos segundos transforman todo en alegría. Nos hemos reído de todo, de las frases sin sentido, de profesores, de gente, de programas de televisión, de problemas, de inconsecuencias, de la vida.
Pero en este minuto, todo parece haber cambiado. Las risas para mí son como moscas. Me molestan, me causan repulsión. Parecen indicarme que estoy aparte, que soy como el niño que castigado lo mandaban al rincón. Mis motivos para reír parecen haber esfumado, parecen haber tomado otra dirección.
Pero ya llegará el tiempo en que volvamos a reír, en que todo vuelva a ser como antes. Porque no he cambiado. Como me dijo alguien muy sabio, las personas no cambian, solo desaparecen un tiempo. Espérenme, que ya vuelvo. Mientras sigan riendo.
Haced esto en conmemoración mía.

Hazme el honor

Te he dicho ya, muchacha que me haces daño. Que esto, que no es vida ni muerte me destroza. Me destruye. Me harías el honor de acabar con todo esto. Dale la mano a él, y será una bofetada en mi cara. Acaríciale el pelo, y será un combo en mi nariz, sangrare. Bésalo en la mejilla y caeré al suelo, me golpeare. Bésalo con pasión y me asfixiare. Hazte uno con él, y yo me hare nada, por fin esto acabará.

Monotonía


Hoy tuve miedo. Abrí los ojos pero todo parecía oscuro. Estuve acostado un rato, mirado al cielo blanco de mi pieza, que parecía gris. Escuchaba voces, mi familia se levantaba pero a mi llegaban solo murmullos. Pensaba en que no quería levantarme, en que la monotonía de las cosas era un golpe a mis sentidos, que mucho podría intentar mentirme, reír, cantar, hablar, simular pero tu espacio, tu vacio, no lo puedo llenar. Quizás con tiempo, quizás. Enciendo la luz del velador, pero todo parece seguir oscuro. Que frio parece el mundo, que inseguro, que inhóspito. Me gustaría quedarme en mi cama, pero el grito de mi madre me obliga a salir, a despertar.
Luego de eso vendrá lo mismo de siempre, la misma ducha, el frio de siempre, el auto. Mi madre me toma la mano, pero siento un rechazo natural al cariño, una repulsión. Me bajo, y llego a la sala. Los mismo compañeros de siempre, con las caras de mañana que tantas veces he visto. El café que intenta ayudarme a despertar. Luego las clases, millones de cosas, verborrea que entra en mis oídos pero que cada día parece tener menos relevancia. El camino de vuelta, el sol brilla pero parece no calentar, ilumina pero todo parece oscuro. Las flores intentan decirme, susurrarme, que lo bello existe, que ellas están allí. Paso sin mirarlas. Los pájaros se esfuerzan para silbar más fuerte y más dulce a mi paso, silban alegría, pero yo no escucho. Un niño me cruza, me sonríe, me habla, pero yo veo tristeza en el fondo de sus ojos, quizás no es más que el reflejo de los míos.
Llego a mi casa, hago cosas sin importancia, hasta la noche. Donde el vacio vuelve, donde todo parece más oscuro, donde no hay rosas, donde no hay pájaros, donde no hay niños sonrientes. Solo ese vacío, abismal, silencioso. Me duermo pensando, hacia donde ir, que hacer, no importa porque no lo recordare. Al día siguiente el miedo sigue, el frio sigue, la voz de mi madre sigue. Tu pareces ser la única capaz de romper la monotonía, el miedo, los sinsentidos. Podrías hacerlo por mí. Te lo ruego.

viernes, agosto 1

¿Cuándo?

Cuando fue que todo cambió
Que mi corazón no lo entendió
Explícame por favor
Que me ataco de pronto el pavor

En qué segundo fue
Que no lo noté
Que tú hermoso pelo
Se convierto en un frio hielo

En que minuto ocurrió
Que nadie me lo contó
Que tu inspirador olor
Comenzó a ser para mi devastador

En qué hora sucedió
Que mi ser lo ignoró
Que tus ojos, frescura de menta
Se transformaron en mi tormenta

En que día esto transcurrió
Que ni por carta se me informó
Que tu sonrisa fuente de mi felicidad
Se transformo en burla y odiosidad

En qué semana todo cambió
Que este hombre no lo notó
Que tus palabras que eran esperanza
Se convirtieron en mi matanza

Cuando fue niña, dime
Que todo cambió
Que pase de ser tu amigo
A un idiota depresivo

Hasta cuando


Resulta que salía de su casa en su armadura de mentiras. Con la sonrisa, que oculta un aliento de muerte, muy de alma humana. Llegaba en aquel superauto a su superoficina. Se sentaba y tomaba café, muy caliente pero no se quemaba, no sentía. Desde su escritorio, movía el tablero, nos hundía cada vez más, nos empujaba un poco más hacia la muerte. Muchos se mataron por miedo a morir. Tenía la corbata muy apretada, no le molestaba, no sentía. Salía, almorzaba, se comía la moral de unos cuantos, y la acompañaba de un trago de sueños de algunos otros muchos. Termina el día. De vuelta a su casa, que no queda arriba, sino muy abajo. Llega a su cama, ponía en la mesa el fajo de dineros, que no eran más que almas y sueños, de su posesión, de su sociedad anónima. Y se saca el terno, se saca los zapatos, los calcetines, la corbata, la camisa, el pantalón, el calzoncillo, la piel, el alma. Comienza a reír, nos ha ganado una vez más, como tantas otras. Hasta cuando digo yo.


Los poderosos mienten, hacen lo conveniente
Sonríen y asienten, para no asustarnos con la verdad
Y para no quedar mal.

La fiesta del solo


Y estaban todos.
Mi padre hablaba de política con una copa de vino en la mano. Mi madre saludaba a todo el mundo, y se preocupaba de todo los detalles. Mis hermanos se reían, mientras mi abuela peinaba al más pequeño. Mis compañeros del colegio fumaban, tomaban y conversaban sobre las anécdotas pasadas y sobre las que vendrían. También estaban los amigos del barrio, que recordaban los partidos hasta tarde en la cancha y los interminables juegos de niños. Esta ella que sonríe. Esta esa otra que canta. Aquella otra piensa y se cuestiona. Y la otra que se limita a observar. También están los amigos, esos que se fueron sin avisar. Parecen estar todos.

Pero, ¿están todos realmente?
Sé que están allí, pero no los puedo sentir. No siento sus risas, no me mojan sus llantos, no entiendo sus conversaciones, ni ellos me entienden.
Estamos juntos, o eso parece pero en verdad nos separa un abismo tremendo. Respiramos distintos aires, el de ellos es aire puro, transparente, el mío parece más denso, más oscuro tal vez. Me comienzo a sentir solo.
¿Puede alguien prender la luz?
¿Alguien me escucha?


Cuando sopla el viento arrastra pura soledad
Lo que hace la gente para poder olvidar